En otros tiempos, Gaza fue una de las prósperas entradas al Medio Oriente desde el Mediterráneo. Hoy su población de 2,1 millones de habitantes está sometida al hambre y el territorio está reducido a ruinas. Es el resultado de una campaña de bombardeos sin precedentes en el siglo XXI, luego de haber sido un campo cercado a cielo abierto desde el bloqueo de la Franja por Israel a partir de 2007. En esa fecha, el gobierno israelí endureció de forma drástica las restricciones a la entrada y salida de personas y bienes, después que el grupo islámico fundamentalista y teocrático Hamás se adueñara de la Franja al desplazar por la fuerza a la Autoridad Palestina, luego de ganar las elecciones en 2006. No se debe olvidar que el gobierno de Netanyahu favoreció en su momento a Hamas para dividir a los palestinos y debilitar la administración parcialmente autónoma establecida en los acuerdos de Oslo de 1993.
El ataque indiscriminado del 7 de octubre de 2023 que realizó Hamás, con el resultado de 1.175 muertes violentas destinadas a sembrar el terror (379 soldados, 725 civiles, y 71 extranjeros) y la captura de 251 rehenes, desató un furioso castigo colectivo como respuesta del gobierno israelí, que encadenó una estrategia ya no de sometimiento de los palestinos de Gaza sino de limpieza étnica y colonización, con vistas, además, a su extensión a Cisjordania. El gobierno israelí sostiene que busca derrotar a Hamas y liberar a los rehenes, pero lo hace al precio inadmisible de una respuesta militar que arrasa con todo y masacra de manera indiscriminada a la población de Gaza.
Hamás cometió crímenes al confundir la legitimidad de resistir, sobrepasar un bloqueo y rechazar una ocupación colonizadora de décadas, con el asesinato de israelíes donde fuera sin importar que se tratase de soldados, civiles, extranjeros, jóvenes en una fiesta, mujeres, ancianos o niños indefensos, y de paso capturar rehenes para negociar la liberación de presos palestinos. Una extensión de esta lógica criminal ha sido el reciente asesinato por un individuo de dos funcionarios de la embajada israelí en Washington, lo que evidentemente en nada ayuda a la causa palestina.
Hamás se equivocó, además, al otorgar el mejor pretexto posible a un gobierno israelí de extrema derecha interesado en la devastación de la Gaza palestina y en el asesinato de los dirigentes de Hamás en cualquier parte en que se encuentren. Y también al crear el pretexto para el debilitamiento militar de Irán, que apoya su causa y quiere la desaparición de Israel, y sus aliados en el Líbano, Siria y Yemen, acentuado por el posterior apoyo del gobierno de Trump a una estrategia de ampliación colonial de Israel sin consideración alguna por el derecho internacional. Y con la pasividad de muchos Estados Árabes, preocupados de sus propios intereses.
La respuesta israelí desde octubre de 2023 ha terminado en que más del 90 % de las viviendas han sido destruidas en Gaza parcial o totalmente, según la ONU, junto a calles, escuelas, recintos religiosos y hospitales. El ejército israelí, con el argumento de aniquilar terroristas, ha asesinado a más de 16,5 mil niños y niñas y matado a más de 53 mil palestinos, de acuerdo con el recuento de las autoridades sanitarias de la Franja, considerado confiable por la ONU.
Entre los 79 muertos registrados el 23 de mayo, un día cualquiera, se cuentan nueve de los diez hijos de una médica, según declaró Mahmoud Bassal, portavoz de la Defensa Civil de Gaza:
nuestros equipos trasladaron al hospital los cuerpos de nueve niños mártires, algunos carbonizados, procedentes de la vivienda del doctor Hamdi Al-Najjar y de su esposa, la doctora Alaa Al-Najjar… La ocupación israelí atacó su casa en el barrio Gizan Al-Najjar de Jan Yunes.
La pediatra en el hospital Nasser estaba de guardia en ese momento y corrió a su domicilio para encontrar su casa en llamas. El marido de la doctora Najjar resultó gravemente herido y su único hijo superviviente, un niño de 11 años, se encuentra en estado crítico. Los niños asesinados tenían entre 7 meses y 12 años. Khalil Al-Dokran, portavoz del Ministerio de Salud de Gaza, dijo que dos de los menores quedaron sepultados bajo los escombros. El ejército israelí afirmó en un comunicado haber atacado a presuntos miembros de una estructura hostil próxima a sus tropas y calificó la zona de Jan Yunes de “área de guerra peligrosa”. Añadió que evacuó a los civiles y que “la alegación de daños a civiles no implicados está en curso de investigación”.
En realidad, se trata de caracterizados crímenes de guerra, cuya reiteración configura lo que no puede sino calificarse de una acción de exterminio genocida, con la complicidad y apoyo en armamentos y recursos de Estados Unidos y de una parte de Europa.
Los bombardeos han generado 50 millones de toneladas de escombros, para cuya limpieza harán falta más de diez años. El suelo está sembrado de proyectiles sin explotar, una pesadilla para los desminadores. Hay 350 mil toneladas de residuos esparcidos, que enrarecen el aire y contaminan las aguas.
Le Monde reseña que el sistema educativo ha dejado de existir: el 95 % de las 564 escuelas de Gaza están fuera de servicio, y sus doce universidades han sido arrasadas. El sistema sanitario apenas sobrevive: entre siete y ocho hospitales funcionan parcialmente, de los 36 con que contaba la Franja. Gaza ha sido reducida a vivir de la ayuda alimentaria otorgada por la ONU y las ONG internacionales, hoy brutalmente restringida.
La época en que los gazatíes producían de forma autónoma la mayor parte de las frutas y verduras que consumían ha quedado atrás. El ejército israelí ha extendido su control a todo el perímetro de la Franja, donde se encontraban los cultivos. Invernaderos, árboles y todo lo que pudiera tapar la vista u ofrecer un escondite han sido destruidos metódicamente. La única puerta de acceso al resto del mundo, el paso de Rafah, que comunica con el Sinaí egipcio, está bloqueada desde que los blindados israelíes se desplegaron en la ciudad en mayo de 2024.
Los dos meses y medio del reciente bloqueo total han llevado la franja de Gaza a la hambruna. Desde que Israel impuso el fin de la ayuda humanitaria el 2 de marzo, 57 niños han muerto por desnutrición, según el Ministerio de Sanidad de la Franja. El Estado hebreo pretende instaurar ahora a cuenta gotas un sistema militarizado de distribución de alimentos a través de una oscura organización llamada Gaza Humanitarian Foundation. La ayuda deberá ser transportada, bajo escolta de empresas de seguridad privada estadounidenses, hasta centros de distribución situados en el sur de la Franja palestina. Esto obligará a las poblaciones que han permanecido o retornado al Norte a volver a desplazarse para no morir de hambre. Solo una persona por familia podrá acceder a estas zonas llamadas “estériles” —es decir, depuradas de toda presencia administrativa palestina—, mientras la entrada estará condicionada a un sistema de reconocimiento facial.
Según el testimonio, recogido por Le Monde, de Samir Zaqout, subdirector de la ONG de derechos humanos Al Mezan, contactado por teléfono en Deir Al-Balah,
lo que se destruye aquí no es solo lo humano y la piedra, sino también las aves, las tierras agrícolas, la naturaleza. Incluso los perros y gatos callejeros sufren condiciones de vida insoportables: la gente no tiene nada que comer y ellos tampoco.
En Israel no todo es apoyo a la masacre. Las familias de los rehenes israelíes en Gaza han expresado una profunda preocupación y frustración ante la reciente intensificación de la ofensiva militar en la Franja. El Foro de Familias de Rehenes y Desaparecidos ha denunciado que la expansión de las operaciones pone en grave riesgo a los rehenes, instando al gobierno a priorizar un acuerdo con Hamás para asegurar su retorno. Además, las declaraciones del ministro de Finanzas Bezalel Smotrich, quien afirmó que "el retorno de los rehenes no es lo más importante", han generado indignación entre las familias, las que han intensificado sus protestas y llamados al gobierno para que detenga las operaciones militares hasta que se logre su liberación. La situación se ha vuelto aún más tensa tras la confirmación por parte del primer ministro Netanyahu de que 20 rehenes aún están vivos en Gaza.
Es digna de ser resaltada la actitud de la izquierda israelí. El ex general Yaïr Golan, su actual líder, afirmó lo que sigue el 20 de mayo en una entrevista con la radio pública:
un país en su sano juicio no lucha contra civiles, no mata bebés como pasatiempo y no se fija como objetivo expulsar poblaciones…Estas cosas son impactantes y no puede ser que nosotros, el pueblo judío, que fuimos sometidos a persecución, pogromos y actos de aniquilación durante toda nuestra historia (...) seamos los que demos pasos que son simplemente inaceptables…Israel se está convirtiendo en un Estado paria entre las naciones, como la Sudáfrica de antaño…(con) un gobierno lleno de personas vengativas, sin moral ni competencia para dirigir un país en tiempos de crisis. Esto pone en peligro nuestra existencia.
Golan ha recalcado que el actual Ejecutivo compuesto por ultraderechistas y ultraortodoxos, “está lleno de tipos que no tienen nada que ver con el judaísmo”. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, reaccionó calificando las declaraciones como “el eco de las calumnias antisemitas más despreciables contra los soldados de Tsahal [el nombre que Israel da a su ejército] y el Estado de Israel”. Golan retrucó del siguiente modo:
mi crítica está dirigida contra el gobierno y no contra el ejército, que es mi casa y está en mi corazón… Un gobierno que dice que se puede abandonar a los rehenes y que hay que hacer pasar hambre a los niños es un gobierno que habla como un portavoz de Hamás…Las FDI son morales y el pueblo es honesto, pero el Gobierno es corrupto. La guerra debe terminar, los secuestrados deben volver e Israel debe ser restaurado.
Yair Golan es un general de reserva de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) que lidera el partido Los Demócratas, formado en 2024 mediante la fusión del Partido Laborista, cuyos líderes fundaron el Estado de Israel, y Meretz. Sirvió durante casi 40 años en las FDI, alcanzando el rango de general de división y entre 2014 y 2017 fue subcomandante en jefe del Estado Mayor israelí. Durante el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023, Golan se dirigió al sur y rescató a varios sobrevivientes del festival de música Nova, donde murieron asesinadas a mansalva 364 personas y otras 40 fueron tomadas como rehenes.
En mayo de 2024, en respuesta a las presiones internacionales y a las de la cúpula militar, que le exigían presentar su plan para “el día después”, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, desveló la visión “Gaza 2035”. En un PowerPoint de nueve páginas generado por inteligencia artificial, propuso convertir el territorio palestino en un hub comercial con rascacielos, campos verdes y redes de transporte rápido. Detrás de la imaginería al estilo Dubái se adivina no una versión benevolente de un futuro próspero compartido, sino el proyecto de exterminio de la población palestina que promueve la extrema derecha israelí. Es parte de su enfoque nacionalista y de limpieza étnica que desconoce valores universales.
El proyecto de la ‘Riviera’, que Donald Trump presentó en febrero, lleva esta lógica a su paroxismo. Presupone, de forma abierta, expulsar a los gazatíes de su tierra. Desde que sus declaraciones provocaron un escándalo, el presidente estadounidense mantiene la ambigüedad sobre sus intenciones. Pero el gobierno israelí, en cambio, se aferra a este plan. El 21 de mayo, Netanyahu lo añadió oficialmente a sus objetivos de guerra, además de la liberación de todos los rehenes, el aplastamiento de Hamás y la completa "desmilitarización" del territorio costero. En los medios israelíes reaparecen con frecuencia nombres de países supuestamente dispuestos a acoger a los expulsados: Egipto, Jordania, Libia, Sudán, Somalia...
La guerra de Gaza se ha convertido en un proceso de desposesión existencial. Para la investigadora Stéphanie Latte-Abdallah, citada por Le Monde:
El “futurocidio” es una intención. No es un estado consumado, sino una dinámica. El reto para los palestinos es imaginar otros posibles y no resignarse a esa “futuridad” colonial impuesta.
Y entre tanto, su reto cotidiano es intentar resistir para sobrevivir.
Todo esto es el resultado de un encadenamiento histórico infernal, a partir de una implantación territorial después de la segunda guerra mundial que se originó en la intención de proveer un hogar nacional protegido a un pueblo que, como el judío, había sido históricamente discriminado y oprimido. Fue víctima, luego de haber sufrido persecuciones antisemitas por siglos, especialmente por diversos poderes europeos (incluyendo su expulsión de Inglaterra en 1290, Francia en 1306, Austria en 1421, España en 1492, Portugal en 1496 y los Estados Pontificios en 1569, entre otras razzias), nada menos que de un sangriento y brutal intento de exterminio bajo el nazismo. La Shoa tuvo como resultado que 6 millones de personas fueran asesinadas, incluyendo 1,5 millones de niños. Es el mayor caso contemporáneo de odiosidad radical de un grupo de desquiciados, en este caso la extrema derecha que tomó el poder con Hitler, contra otros seres humanos. Su delito colectivo era tener una identidad étnica, cultural y religiosa propia, capaz de perdurar en el tiempo.
El nuevo Estado judío fue creado por obra de los europeos, con ayuda de Estados Unidos y la URSS a través de la ONU. Ya Gran Bretaña había buscado instalar en Palestina un Estado judío aliado de los occidentales con la declaración Balfour de 1917. Este Imperio en declinación, al salir de la primera guerra mundial, desplazó al Imperio Turco de un vasto territorio dominado por éste durante cinco siglos, en una repartición con los franceses. El problema, entre otros, es que Jerusalén es un lugar religioso central no solo del judaísmo sino también del cristianismo y del Islam, mientras los judíos habían perdido su soberanía en la zona en manos de los romanos en el año 63 antes de Cristo y expulsados en el año 135 después de Cristo por el ejército de Adriano. Vivieron a partir de entonces en una diáspora dispersa por la región, Europa y el mundo. No se creó el Estado de Israel, como el de Armenia, que también sufrió un genocidio, en algún lugar de la Europa en que habitó por siglos la mayoría de los judíos -en 1850 había unos 10 mil judíos en Palestina en una población de 400 mil musulmanes y cristianos, mientras unos 400 mil judíos vivían por entonces en la actual Alemania y 2,5 millones residían en el Imperio Ruso- sino donde hubo un reino judío hace 20 siglos. Es decir en medio de un entorno árabe, desplazando a buena parte de la población y sustrayendo sus casas y tierras, en la Nakba, la catástrofe para 700 mil personas. A partir de ese momento, Israel ha buscado sistemáticamente ampliar sus fronteras y anexar territorios no contemplados en la partición de Naciones Unidas de noviembre de 1947, que asignó al futuro Estado judío el 57% del territorio del Mandato colonial británico de Palestina, dejando el 43% para un Estado árabe y Jerusalén como zona internacionalizada. Tras la guerra árabe-israelí de 1948–49 y los Acuerdos de Armisticio de 1949, Israel terminó controlando cerca del 78% del antiguo Mandato, quedando Cisjordania y Jerusalén Este bajo control jordano y la Franja de Gaza bajo administración egipcia. En la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel ocupó militarmente el 22 % restante (Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza) y controló de facto todo el territorio del Mandato británico de Palestina. Más tarde, anexó los Altos del Golán pertenecientes a Siria. A su vez, unos 800 mil judíos terminaron hostigados o expulsados y emigraron desde diversos países del norte de África y de Medio Oriente en que habían residido por siglos.
Al frente de la ocupación colonial israelí más allá de la partición de la ONU, se ha mantenido una resistencia sin resultados, con una Autoridad Palestina reducida a la impotencia y dejada progresivamente a su suerte por los Estados árabes, la que ha terminado siendo desplazada por grupos radicales religiosos que promueven acciones violentas e indiscriminadas. La finalidad de Hamas y la Jihad Islámica no es procurar la coexistencia de dos Estados, como pactó la OLP de Yasser Arafat con el Israel de Yitzhak Rabin y Shimon Peres en los acuerdos de Oslo de 1993-95. Su motivación es luchar contra el ocupante, pero sobre todo es la de llevar a cabo una guerra religiosa y étnica para terminar con Israel. En ese país han tomado el control del gobierno quienes llevan a cabo su propia guerra religiosa y étnica con también un creciente afán de exterminio. Israel se ha transformado en una potencia militar moderna que ha terminado por actuar con la mayor de las violencias y sin escrúpulos para cometer crímenes de guerra, con una caracterizada ausencia de apego al derecho internacional y al derecho humanitario que lo obligan como Estado. Lo hace con el apoyo directo de Estados Unidos, más allá de algunas posturas retóricas, potencia que con Trump quiere ahora hacerse del territorio de Gaza e instalar una colonia propia destinada al turismo de lujo, en una postura risible si no fuera trágica.
El resto de naciones debe considerar lo señalado durante una reunión del Consejo de Seguridad por el Jefe de operaciones humanitarias de la ONU en Gaza, Tom Fletcher, en su denuncia de las condiciones inhumanas impuestas "sin el menor pudor" por Israel en el territorio palestino:
¿Qué pruebas adicionales necesitan? ¿Actuarán de forma decisiva para impedir un genocidio y garantizar el respeto del derecho internacional humanitario, o dirán en su lugar 'hicimos todo lo que pudimos'”.
Subraya Le Monde que los jóvenes de 20 años en Gaza solo han conocido el encierro y una letanía de guerras cada vez más brutales. Nunca han visto ciudades sin ruinas, familias sin mártires (las víctimas del ejército israelí) ni cielos sin drones. Para Amjad Shawa, director de PNGO, una red de ONG palestinas, “uno de los objetivos de los israelíes es implantar la idea de la emigración en la mente de la gente.” Por su parte, el periodista gazatí Rami Abou Jamous escribió en Orient XXI:
me doy cuenta de que todo lo que hacemos y todo lo que vivimos ahora mismo nos está llevando a odiar el lugar donde vivimos, y eso es lo que quieren los israelíes.
Una parte del resultado será, en todo caso, que muchos niños y niñas de Palestina que sobrevivan a la tragedia tendrán en el futuro el deseo de tomar revancha, a menos que se avance hacia una solución estable de convivencia entre dos Estados capaces de cobijar a sus pueblos en seguridad y anuden futuras cooperaciones.
Como señala la filósofa norteamericana Susan Neyman,
si los derechos humanos son genuinamente derechos humanos, son válidos para todo el mundo...Si quiere usted ver cómo es un país que basa su reivindicación de algunos derechos —incluido el derecho de ignorar el derecho internacional— en haber sido una minoría profundamente perseguida, este es el resultado. Si se fundamentan los derechos no en el universalismo —en cuyo caso los palestinos deberían tener los mismos derechos que los israelíes— sino en la propia victimización, el resultado es este desastre.
La violencia extrema de hoy inevitablemente siembra la perpetuación del conflicto y las violencias del futuro. Es lo que el gobierno de Israel debiera entender, si lo que quiere es asegurar la paz para su pueblo y no interminables guerras de sobrevivencia y exterminio.
Según el chárter de Hamás, que se puede encontrar en el Internet, el único propósito de Hamas no es la liberación de Gaza o ayudar a los Palestinos, sino que la exterminación de los Judíos y todo el país de Israel. La única equivocación de Hamás al atacar tan brutalmente a Israel fue de creer que el resto de los grupos y países extremos, árabes como Jisbala, Irán Yemen, los iban a ayudar en el ataque, y que los países socialistas como Chile, Brazil, Sudáfrica, iban a atacar a Israel políticamente. Gaza antes del ataque de Hamas de Octubre 7, era un lugar bastante lindo.
Gonzalo, aquí falta una variable de la ecuación; la complicidad de Comunidad Europea, lamentablemente, avalada por el "progresismo"