Del fracaso del boicot tecnológico a China a los anuncios proteccionistas de Trump
Estados Unidos experimentó una industrialización rápida en el siglo XIX. Después de la guerra civil de 1861-65, no solo asimiló los primeros impulsos de la revolución industrial europea sino que dio curso a una segunda oleada de innovaciones tecnológicas, incluyendo la extracción de petróleo y la electricidad. Combinó el proteccionismo con la expansión de los intercambios a partir de una dotación de recursos naturales abundante, apoyada en una inmigración creciente. Se transformó en la economía dominante en el siglo XX y después de la segunda guerra mundial fue artífice y beneficiaria del proceso de aceleración del comercio y de la internacionalización de las finanzas y las inversiones directas, en lo que se conocería como la mundialización y la globalización de la economía.
El resto de las periferias de la era de los imperios coloniales permaneció en el siglo XX en el rol de abastecedora de materias primas a los centros, siendo la del bloque soviético una realidad de otro orden entre 1917 y 1991. Una parte de la acumulación de capital se realizó, con el avance del transporte y las comunicaciones, mediante cadenas de producción internacionalizadas que incluyeron actividades en países que más tarde fueron llamados emergentes. Estas cadenas, dominadas por empresas situadas en Estados Unidos, Europa y Japón, deslocalizaron parte de su actividad hacia lugares de menores costos, regulaciones más laxas y accesos directos a mercados internos de cierta importancia. Entre tanto, se produjo un impulso industrializador por sustitución de importaciones en diversas periferias, pero también un giro exportador industrial desde los años 1970 en el caso de los llamados "tigres asiáticos" (Corea del Sur y Taiwan, territorios inicialmente más bien marginales y pobres, junto a Singapur y Hong-Kong, de reciente descolonización).
China, el país más poblado del mundo (ahora levemente superado por India), dejó atrás las convulsiones de la revolución iniciada en 1949 y logró planificar desde los años 1980 la instalación en su territorio de manufacturas de ensamblaje simple con inversión extranjera y orientación exportadora. Luego la expandió hacia la producción amplia de insumos y productos en cadenas de valor más cercanas a la frontera tecnológica de alta rentabilidad, con empresas mixtas o propias, estatales y privadas. Esto permitió a su economía, que no debe olvidarse era la más importante del mundo y origen de múltiples innovaciones antes de la revolución industrial europea, lograr una mayor competitividad sistémica y disputar progresivamente en lo que va de siglo XXI la hegemonía industrial más avanzada tecnológicamente a las empresas basadas en Estados Unidos, Europa y Japón.
En la etapa más reciente, nuevas fábricas con costos competitivos han ayudado a impulsar las ventas chinas de productos vinculados a la transición energética y a dominar esos mercados en el mundo. Los dispositivos fotovoltaicos, las baterías y los vehículos eléctricos son, en el lenguaje oficial chino, las “tres novedades” que dejan atrás a las “tres antigüedades”, es decir la producción textil, los muebles y los electrodomésticos de baja gama. Para impulsar esas nuevas cadenas de producción, China procura no quedar atrás en las tecnologías de la información, los microprocesadores y la inteligencia artificial, áreas en las que el gobierno y las empresas estatales, mixtas y privadas apoyadas por el gobierno invierten en gran escala. India está recorriendo un camino semejante, con un sector de inteligencia artificial que aumenta en cerca de un 40% anual, para lo que cuenta con 5,4 millones de ingenieros especializados en desarrollo de software, soluciones en la nube, tecnologías emergentes y robótica.
Entre 2015 y 2023, tanto el PIB de China como el de India crecieron a un promedio de 5,8% anual, más del doble del promedio mundial. La producción china representó en 2023 un 19% de la economía mundial a paridad de poder de compra, y la de India un 8%, mientras la de Estados Unidos alcanzó un 15% y la de la Unión Europea un 14% (más un 2% del Reino Unido). La de América Latina y el Caribe sumó un marginal 7% del total mundial y la de Chile solo un 0,3%.
La reacción del gobierno de Estados Unidos, a partir de la primera administración de Trump y luego bajo la de Biden, ha sido intentar evitar que las empresas chinas accedan a los chips para computador más avanzados. Estas son piezas diminutas de silicio con miles de millones de circuitos grabados en su superficie, que alimentan desde iPhones hasta autos eléctricos y son esenciales para los sistemas de inteligencia artificial y las aplicaciones militares actuales. El gobierno de Estados Unidos partió por bloquear el suministro a Huawei de las aplicaciones de Google desde 2019 y por afectar sus mercados externos de redes de 5G (lo que también ocurrió en Chile con el proyecto de cable submarino suspendido por Piñera). Se prohibió a las estadounidenses Qualcomm e Intel proveer sus mejores semiconductores a Huawei, así como la venta de chips para inteligencia artificial de Nvidia a China.
En octubre de 2023 el gobierno de Estados Unidos también impuso restricciones de venta a China de chips avanzados de TMSC, la empresa tecnológica taiwanesa que provee la mayoría de esos chips de computadora en el mundo. Gran parte de los ingresos de la tecnológica taiwanesa provienen de las compras de las norteamericanas Apple y Nvidia. Sin embargo, empresas chinas como Baidu, que desarrolla sistemas de inteligencia artificial, y Horizon Robotics, especializada en software para conducción autónoma, también compran chips a TSMC. Las regulaciones estadounidenses no lo prohíben completamente, aunque buscan que los clientes chinos no accedan a chips avanzados. El descubrimiento de uno de esos chips en un dispositivo de la tecnológica Huawei llevó a un nuevo plan para detener y revisar pedidos de compradores chinos. Los ingresos de TSMC provenientes de esas ventas se han reducido casi a la mitad desde que el gobierno de los Estados Unidos comenzó a restringir las exportaciones de chips a China.
En abril de 2024, TSMC recibió ayudas por 6,6 mil millones de dólares para terminar una fábrica en Arizona, según el plan del gobierno de Biden de instalación subsidiada de empresas tecnológicas en Estados Unidos. Lo propio hizo el gobierno de Alemania con TSMC para un proyecto de 10 mil millones de euros, subsidiado a la altura de 5 mil millones. Pero Trump declaró antes de ser elegido que los subsidios estadounidenses para empresas taiwanesas eran una mala idea, ya que Taiwán domina la industria de chips supuestamente a expensas de sus rivales estadounidenses. Se propone eliminar parte de los subsidios internos a la electromovilidad y establecer altos aranceles de importación.
El gobierno de Estados Unidos ha buscado, además, frenar el desarrollo de la producción de chips avanzados en China y ha intentado que no se venda maquinaria relacionada para evitar que la empresa china SMIC, especializada en chips y parcialmente estatal, reemplace sus herramientas más obsoletas y fabrique el tipo de chip que Huawei ahora necesita. Ha presionado a empresas japonesas y neerlandesas, como ASML, para que detengan la venta de maquinaria necesaria para fabricar estos chips.
Esto produjo el aumento del volumen de pedidos internos a SMIC, que ha acelerado sus innovaciones. Huawei logró en 2023 liderar el mercado de teléfonos inteligentes en China al lanzar Mate 60 Pro, un dispositivo que incluye un chip de computadora más sofisticado que cualquier otro producido anteriormente por una empresa china. Ahora ha dado un paso adicional y lanzará Mate 70, diseñado para competir con el iPhone de Apple. Este funciona con el sistema operativo desarrollado por Huawei, que conecta el teléfono con otros productos de la marca como autos eléctricos, altavoces inteligentes y relojes, lo que ha reforzado su imagen de líder nacional triunfante frente a las restricciones impuestas por Estados Unidos. Huawei destina un cuarto de sus ventas a la innovación, ha ampliado su gama de productos, desarrollado tecnologías de inteligencia artificial y trabajado durante años para posicionarse como sinónimo de la industria tecnológica de China, como Apple lo es de Silicon Valley. Los chips utilizados en los smartphones de Huawei se han convertido en un símbolo de la lucha entre China y Estados Unidos por el control de la tecnología avanzada. Huawei logró atraer a clientes que probablemente habrían optado por comprar iPhones, afectando así al mercado más importante de Apple fuera de Estados Unidos. Según un informe de Canalys, en 2022 tres cuartas partes de los teléfonos inteligentes de gama alta vendidos en China eran iPhones. En 2024, esa cifra se redujo a la mitad, mientras que la participación de Huawei se duplicó. En adelante, siempre según The New York Times, el éxito comercial del Mate 70 dependerá de la capacidad de Huawei y SMIC para garantizar un suministro constante de chips. SMIC abastece también a las empresas competidoras de Huawei, las también chinas Xiaomi y Oppo, lo que pondrá una gran presión sobre su capacidad de sostener la provisión de chips de última generación.
A pesar de que el gobierno de Estados Unidos ha trabajado de manera constante durante los últimos tres años para limitar el acceso de China a los chips que impulsan el desarrollo de modelos de Inteligencia Artificial Generativa sofisticados, la empresa china DeepSeek ha lanzado recientemente múltiples modelos y un chatbot cuyo rendimiento rivaliza con los productos fabricados por empresas estadounidenses, utilizando significativamente menos chips de alto costo en base a sistemas abiertos y no propietarios que aceleran el avance tecnológico. El modelo de DeepSeek, según la empresa, fue desarrollado con una fracción de los costosos chips que las compañías occidentales han utilizado para crear tecnología similar. Los ingenieros afirmaron que usaron solo alrededor de 2.000 chips de Nvidia, mientras que la mayoría de las principales empresas han entrenado chatbots utilizando 16.000 chips o más.Al compartir abiertamente detalles sobre cómo construyó su modelo, otras empresas en China y en todo el mundo podrán replicar su enfoque de bajo costo. Eso significa que "será mucho más barato y podría consumir mucha menos energía para cualquiera construir y operar inteligencia artificial, desde las grandes tecnológicas estadounidenses hasta pequeñas empresas del Medio Oeste, hackers norcoreanos y el ejército ruso", según Martin Chorzempa, del Peterson Institute for International Economics, citado por The New York Times.
Hasta ahora los controles de exportación de Estados Unidos no han sido suficientes para alcanzar el objetivo de que los chips de mayor rendimiento fabricados por Nvidia no lleguen a manos de las empresas tecnológicas chinas. No obstante, probablemente estarían mucho más avanzadas en inteligencia artificial sin los controles de exportación estadounidenses. DeepSeek sigue construyendo sus modelos con chips de Nvidia, y no con los chips de inteligencia artificial de empresas chinas rivales, y no podrá comprar legalmente la nueva generación de chips de IA que Nvidia está lanzando actualmente, que multiplican la velocidad y rendimiento de los anteriores. Ingenieros informáticos chinos han informado que sería posible ejecutar el último modelo de DeepSeek en un mayor número de chips menos avanzados. Pero hasta ahora ninguna empresa china ha logrado fabricar chips avanzados de inteligencia artificial que compitan con los de Nvidia, ni tampoco el tipo de maquinaria compleja necesaria para producir esos chips.
¿Qué efectos tendrán los recientes anuncios proteccionistas de Trump? Estos incluyen, fruto de su obsesión infundada por los déficits comerciales bilaterales, a los tres principales actores del comercio exterior de Estados Unidos que son China, Canadá y México. En el caso de este último país se busca evitar, además, una mayor instalación de empresas chinas en las fronteras con cero arancel, lo que ha venido ocurriendo con intensidad. Es posible que los mayores aranceles fortalezcan el empleo en una parte de la industria local, pero aumentarán los costos de la que usa insumos externos, además de poner en entredicho el Tratado de Libre Comercio de América del Norte que beneficia a muchos otros sectores de la economía de Estados Unidos. Este tratado fue renegociado en 2020 y se debe revisar en 2026. Ha conformado una integración productiva significativa entre los países de América del Norte, la que incluso hace circular entre ellos varias veces diversos bienes antes de su puesta en forma para el consumo final. La industria automotriz estadounidense depende en gran medida de los insumos y los repuestos originados en los dos países fronterizos, mientras un 16% de los vehículos vendidos en Estados Unidos proviene de México y el 7% de Canadá. La imposición de aranceles afectará rápidamente los precios de venta, como también lo hará el incremento de aranceles de bienes provenientes de China.
Trump ha insistido en que las empresas extranjeras pagarán los nuevos aranceles, pero en realidad estos lo son por las empresas que importan los productos. Cuando la situación de mercado se lo permite (dependiendo de la elasticidad-precio de la demanda) estos costos se transfieren a los consumidores y no son absorbidos por las empresas mediante disminuciones de utilidades. Trump ya impuso aranceles altos en 2017, incluidos gravámenes de hasta 25% sobre el precio del acero y el aluminio y de 15% a una variedad de productos provenientes de China. Un estudio gubernamental, citado por The New York Times, encontró que los aranceles sobre el acero y el aluminio aumentaron la producción estadounidense de esos metales en 2,2 mil millones de dólares en 2021, pero las manufacturas estadounidenses que los utilizan para fabricar autos, empaques de alimentos y electrodomésticos tuvieron que asumir costos más altos y terminaron con una reducción de 3,5 mil millones de dólares en su valor de producción.
Las nuevas medidas proteccionistas producirán represalias. Durante el primer mandato de Donald Trump, la Unión Europea, China, Canadá y otros gobiernos respondieron imponiendo aranceles a productos estadounidenses como soja, whisky, jugo de naranja y motocicletas, lo que llevó a que algunas exportaciones de Estados Unidos se desplomaran. Esto le podría servir a China, además, de justificación para devaluar su moneda y mejorar su posición comercial, cuyo gobierno durante los años 2018 y 2019 ya permitió que el renminbi se debilitara como respuesta a las políticas comerciales de Trump.
Estas medidas no impedirán que China siga aumentando su capacidad de producción interna con tecnologías avanzadas y fortalezca su competitividad, a pesar de sus recientes problemas en el sector financiero e inmobiliario, el manejo rígido de la pandemia de covid-19, el lento crecimiento de su consumo interno y el aumento del desempleo juvenil. A la vez, perder parte del mercado de Estados Unidos llevará a China a derivar más productos al resto del mundo y a desplazar más industrias en muchas partes, incluyendo Europa.
El avance tecnológico en China superó en la actual etapa el umbral de asimilar propiedad intelectual extranjera. Las principales universidades chinas publican artículos de investigación de alto impacto al nivel de las estadounidenses, y lo mismo ocurre con sus registros de patentes. En algunos campos están por delante, como en ciencia de los materiales. China no solo produce los paneles solares más baratos, sino también los más eficientes, y su industria automotriz lidera la transición hacia el modo de transporte del futuro, con modelos que superan en tecnología y costos, por ejemplo, a los fabricantes alemanes. Volkswagen, el mayor productor de automóviles en el mundo, está invirtiendo en sus fábricas de autos eléctricos instaladas en China, incluyendo la introducción de al menos ocho nuevos modelos eléctricos hacia 2030, mientras disminuye su producción en Alemania. El World Economic Forum subraya que China, como principal socio comercial de más de 140 países, es uno de los mejor situados para definir el ritmo y la velocidad de la transición verde de las cadenas de suministro mundial. Esto aumentará su poder económico, y también en algún grado su influencia política en el mundo, mientras es poco probable que el de Estados Unidos aumente de modo significativo.